Es lo que me respondió la persona que atendía al público en un punto de información turística cuando le pregunté si tenían folletos sobre la ciudad en otros idiomas. Y ante mi sorpresa añadió con desdén: “Cuando nosotros vamos fuera, tampoco nos facilitan la información en nuestro idioma”. La contestación me dejó tan perpleja que me marché sin saber qué decir. Quiero pensar que mi experiencia constituye realmente un caso aislado pero lo cierto es que si este es el trato que reciben los turistas que nos visitan, entonces tenemos un problema.
En mi opinión, el turismo en Castilla y León está viviendo un momento clave. Nuestra región ha conseguido situarse entre los primeros destinos del turismo interior, lo cual tiene mucho mérito. El siguiente paso es acercar esta oferta al turismo internacional que aunque sigue prefiriendo destinos de sol y playa, está abierto a otras opciones. Así lo demuestra el gran éxito que están teniendo otras alternativas como el Camino de Santiago.
Castilla y León tiene mucho potencial como destino de turismo cultural, rural, religioso, idiomático y de naturaleza. Hasta la fecha se han puesto en marcha excelentes iniciativas y se están desarrollando ambiciosos planes de internacionalización. Sin embargo, todas estas medidas no servirán para nada a menos que la información elaborada sea de calidad y sepamos transmitirla correctamente.
Es importante que la información que reciben los turistas esté disponible en diferentes idiomas y que las traducciones sean de calidad (porque una mala traducción da una mala imagen), pero con eso no basta. Debemos ser conscientes de que un trato amable al turista es igualmente esencial.
A menudo, lo que convierte un viaje en una experiencia agradable y nos anima a repetir es precisamente el trato y la amabilidad de la gente que nos atiende. Y al contrario de las estrategias de promoción que dependen de las administraciones, ser amable con los turistas es algo que está en nuestra mano. Así que ¿por qué no empezar por ahí?